lunes, 21 de abril de 2014

Entre contradicciones e improvisaciones: Educación venezolana en revolución

Foto por @ErwinLopezCcs
La Educación en Venezuela, típicamente, puede relacionarse con la palabra problema. La labor del Ministerio del Poder Popular para la Educación (MPPE), en los últimos años, ha colaborado notablemente con esta situación. Mientras los currículos siguen sin adaptarse a las nuevas necesidades y realidades del país y del mundo, las medidas que sí se toman parecen ser, muchas veces, improvisadas o inaplicables, como si quienes las diseñaran ignoraran la realidad del aula. Resoluciones como la 058 [1], junto con nuevas Circulares e Instructivos, son claros ejemplos de lo que vengo explicando y, por supuesto, han generado inquietudes y malestares en muchos profesionales de la educación (subsistema básico), así como en estudiantes y familias.

Una de las últimas Circulares (N° 006696), firmada por la ahora ex ministra Maryann Hanson, pone de manifiesto cómo se está manejando la educación en el país. Este documento regula “de manera transitoria las evaluaciones de las áreas pendientes”. Lo primero que llama la atención es que se habla de “áreas pendientes”, pero el texto parece referirse a los resultados evaluativos de las distintas asignaturas (entendidas individualmente). Posteriormente, la Circular explica su punto clave: 

(P.2. Circular 006696)

Este párrafo, que parece condensar el verdadero aporte del documento, también se encarga de generar las inquietudes y los nuevos dolores de cabeza. En primer lugar, esta cita nos habla de la Circular 000004 que norma el Artículo 112 de la Ley Orgánica de Educación. Recordemos que, básicamente, tanto dicha Circular, como el Artículo 112, hablan de la aplicación de una segunda forma evaluativa cuando el 30% de los estudiantes aplazan una evaluación parcial, final de lapso o revisión; pero, llamativamente, el nuevo documento ya no habla de las evaluaciones durante los lapsos, sino del promedio final por asignatura en cada trimestre. El estudiante que aplace, por ejemplo, una materia, debe (no se habla de “interesados”, como lo hace la ley) presentar una nueva forma de evaluación conformada por tres actividades y, de mantenerse aplazado, repetir el procedimiento. Ahora bien, si el estudiante –lamentablemente– aplaza tres o cuatro materias, calculen cuántas actividades debe presentar mientras, además, el lapso subsiguiente sigue su curso (con sus clases y evaluaciones pautadas).

Los colegios –que fueron informados– empezaron este proceso que se tradujo en la aplicación de muchas actividades, abarrotando a los estudiantes que aplazaron materias (en especial a quienes reprobaron varias), y evitando que se cerrara el Primer Lapso en un tiempo prudente. Como si esto fuera poco, mientras las instituciones y los docentes se adecuaban al cambio, apareció un Instructivo que, lejos de aclarar el panorama, lo enturbió aún más. Llamado a regular la aplicación de la nueva Circular, el Instructivo más bien parece hablar de otros aspectos y hasta contradecir lo mencionado en ella. Cito la primera instrucción:


Como podemos notar, este texto ya no habla de los resultados al final de cada lapso, sino de cualquier evaluación durante el desarrollo de cada trimestre. Entonces, debemos preguntarnos: ¿Lo afirmado en este párrafo deja sin efecto lo indicado por la Circular o simplemente agrega un nuevo aspecto? De ser la segunda opción, ¿cuántas actividades deben aplicarse, las mismas tres o sólo una? ¿Qué ocurre con lo estipulado por el Art. 112 de la LOE (aún vigente), en lo referente al 30% de aplazados? Estas preguntas deberían responderse por sí solas, pero no es el caso, y cuando las autoridades pertinentes fueron cuestionadas al respecto, se limitaron a expresar respuestas como “ya no se toma en cuenta el 30%” (insisto: la Ley sigue vigente). Lo que sí queda claro, después de todo esto, es que la improvisación y las arbitrariedades de los funcionarios menores terminan rigiendo nuestra educación.

Lamentablemente esta situación redunda en un nuevo golpe a la educación, perjudicando a los estudiantes y, no menos importante, a los docentes, quienes se desgastan preparando actividades, corrigiendo o terminan bajando los brazos, dándole la espalda a la educación de calidad y aprobando a quien no haya logrado las competencias. Debemos preguntarnos: ¿Cuál es el objetivo de estas nuevas medidas? ¿Qué pasará, con ellas, ahora que el Ministerio tiene una nueva cabeza? No me atrevo a especular al respecto. Lo que sí luce evidente es que quienes han escrito estos textos no parecen darle mucha importancia a la calidad de la educación, ni ejercerla en un salón de clases. De hecho, la introducción del mencionado Instructivo (que manifiesta notables errores de redacción) habla principalmente de garantizar “el ingreso, permanencia y prosecución de estudios”; el problema, diría yo, es cómo se logra esa “prosecución”. Estas nuevas medidas, aunque hablan de superación pedagógica, insisten más en la aplicación de una elevada cantidad de instrumentos evaluativos, que en el proceso de aprendizaje propiamente.

Algunos docentes han mencionado que el espíritu, de estas regulaciones, se debe a un objetivo claro: evitar la deserción (sustentándose, asumo, en la introducción del Instructivo). Yo creo que las razones de la deserción escolar van más allá de los resultados académicos; sin embargo, si esto fuera cierto, llama la atención la irregularidad a la hora de aplicar estas medidas en los colegios públicos. Estos últimos son los que más sufren al respecto; pero al hablar con cuatro colegas, quienes trabajan en distintas instituciones estatales de Caracas, me señalaron que estos documentos “no han llegado” y que, cuando lleguen, “haremos como siempre: aplicamos lo que sirva y desechamos lo demás”.

Mucho queda por reflexionar, muchas incógnitas seguirán naciendo. No faltará quien señale que el objetivo del educador es que sus alumnos “pasen”. Yo creo que, en efecto, esto es cierto, siempre que haya una correlación entre “pasar” y “aprender”. El objetivo de los educadores es que sus estudiantes se formen integralmente, como ciudadanos de bien, capaces de entender que, con esfuerzo, las metas se pueden lograr.

“La educación, sobre todo, ha sufrido grandes estragos.
Tiende a colectivizarse, a volverse mecánica, a transformarse en un actividad sin alma”
Rafael Cadenas

Por Manuel Ferreira Cid

Publicado originalmente en el portal Hoja Blanca

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