viernes, 14 de noviembre de 2014

Muro de contención antifascista

El Muro de la Vergüenza fue derribado por la población de Berlín entre el 9 y el 10 de noviembre de 1989. 
Las tensiones ideológicas entre los aliados que derrotaron a la Alemania Nazi en la primavera de 1945, empezaron a aflorar desde el momento en el cual estaba en lisa la decisión de quién iba a tener el honor de capturar la capital nacionalsocialista. Ya derrotado, el formidable rival fue dividido entre las potencias vencedoras, en áreas de influencia, correspondiéndole -a los soviéticos- el sector Este y, al resto de los aliados, el Oeste. Esta separación, que iba a ser momentánea, y que correspondía a intereses de ocupación, se iba a convertir en definitiva cuando se proclamaron dos estados alemanes diferentes, uno bajo influencia liberal y otro bajo influencia comunista.

A pesar de una convivencia que en general transcurrió sin sobresaltos, la opresión, la pobreza y la falta de derechos individuales promovió la inmigración por parte de los alemanes del Este hacia el Oeste, se dice que fueron alrededor de tres millones, lo que llevó a la República Democrática Alemana a construir el Muro de Berlín y a, efectivamente, cerrar toda la frontera entre las dos Alemanias. Según la prensa oficial prosoviética, este Muro era una contención en contra de las agresiones fascistas a la economía de la República Democrática Alemana y de los intentos de “desestabilización” por parte de las potencias occidentales al eje socialista. Pero todos conocemos la verdad, el libreto siempre se repite: el Muro de Berlín fue, en realidad, el medio más efectivo que encontró el fascismo soviético. Sí, uno bien feo y cruel, pero capaz de mantener a sus ciudadanos como prisioneros. Nadie supo explicar, puertas afuera, ¿por qué si el comunismo era un paraíso, la gente trataba de escapar de él?

Hoy en día, cuando vemos cómo se levantan de nuevo las hegemonías “antifascistas” en América Latina, las grandes preguntas que surgieron tras la caída del sistema soviético hace dos décadas siguen sin ser respondidas por la izquierda, que muchos gustamos de llamar “trasnochada”. A los ideólogos de la miseria y del resentimiento no les interesa responder por qué el corporativismo, la idea de un partido único y todopoderoso, el control sobre la economía, la creación de organismos supresores de las libertades fundamentales, el adoctrinamiento de la juventud, la consecución de la hegemonía comunicacional y el mesianismo con el que se trataron y tratan a líderes de izquierda en todo el globo, se corresponde, en obra, al mismo proceder político que Adolfo Hitler utilizó para sumir a Alemania en la más sentida vergüenza.

Es un hecho histórico lamentable que los grandes aprendices de Hitler no suelan estar entre los poderosos de siempre, sino entre quienes juraron defender los intereses y derechos del pueblo trabajador. Los maestros soviéticos de la propaganda, tildaron de traidores a quienes intentaron cruzar hacia el Oeste y achacaron los males económicos de la economía planificada a una guerra de los intereses empresariales de los países capitalistas en contra de los trabajadores, pero la Perestroika desnudó las carencias, la crueldad y las mentiras del sistema socialista. Ojalá que el Muro Antifascista (quizá sea más apropiado decir el Muro del Antifaz”), que impide el progreso de América Latina caiga y pensemos más en producir que en envidiar, en trabajar que en victimizarnos, en tener responsabilidad en vez de achacarle los problemas a enemigos imaginarios. Hay que tomar conciencia de que las más grandes felonías en la Historia de la Humanidad han estado disfrazadas con los más hermosos nombres, como diría, palabras más, palabras menos, el Señor de la Guerra, interpretado por Nicolas Cage. ¡Qué así sea!

Por Erwin López

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Escrito en Luz: Venezuela a dos caras

Por @erwinlopezccs

Por @erwinlopezccs
Ciudad fallida, expresión apropiada e irónica, que se ajusta a la realidad de la capital de un Estado fallido. Modernos rascacielos construidos en mejores tiempos, sufren los efectos del abandono entre escombros y cabillas de reparaciones inconclusas. Allí se esconde la marginalidad, la pobreza y la delincuencia de la Venezuela Bolivariana.

Por Erwin López

lunes, 3 de noviembre de 2014

En dos líneas y media

Pierre Reverdy. Poeta francés.


"Queremos de tal modo comprender que ya no sabemos amar"

P. Reverdy