sábado, 26 de abril de 2014

Las biblioteca$ venezolana$ y el excremento del Diablo - I


 “De no habernos dejado arrastrar por la locura del petróleo, 
nuestra situación sería mucho más firme 
y esperanzadora de lo que es en la actualidad“. 
Juan Pablo Pérez AlfonzoVenezuela se acerca a la debacle (1978).

Leyendo el libro Apaciguamiento: El Referéndum Revocatorio y la consolidación de la Revolución Bolivariana (2012), del profesor Miguel Ángel Martínez Meucci, encuentro, terminando el Capítulo II, el subcapítulo “El 11 de abril”, la famosa fecha del denominado y trillado Golpe de Estado del 2002. En su relato, el profesor de la Universidad Simón Bolívar, cuenta cuáles fueron esos eventos previos que acompañaron la “Hora Cero” de aquel abril. Y específicamente, señala que el 09 la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), con el apoyo de Fedecámaras, convocó a un paro general de 24 horas para ese día. Pero llama poderosamente mi atención el otro hecho notorio de ese mismo día que bien resalta el autor: “Irak interrumpía por 30 días sus exportaciones de crudo, en respuesta a la actitud hostil de Washington y las represalias israelíes en Palestina. La inestabilidad en ambos países [Venezuela e Irak] contribuyó a la inquietud de los mercados energéticos internacionales, registrada en el alza de los precios del petróleo y los combustibles” (Martínez, 2012, p. 70).

Evolución de los precios del petróleo, 2001-2013. Ortega (2013)

Y en una especie de obsesión por aquello de las fechas o el impacto de las efemérides, fui corriendo a apartar este 09 de abril en un calendario de publicaciones. Y ustedes se preguntarán: ¿Por qué demonios? Pues bien, en un país con más de treinta años de crisis continua, que en la mitad de ese período ha tenido un gobierno que se jacta de inyectar los petrodólares que genera en “inversión social”; en una Venezuela rica en recursos pero sobre todo borracha en miles de millones de dólares por concepto de venta de miles de barriles de petróleo al día, tiene que ser justo y necesario el hecho de hacerme las grandes preguntas: ¿Cuánto de la gran bonanza del “oro negro” ha sido invertido en nuestras bibliotecas? ¿Hemos sido capaces en Venezuela de aprovechar este tiempo finito de las “vacas gordas” o más bien las “vacas flacas” han inundado los cuentos de las salas infantiles de nuestras bibliotecas? ¿Hasta qué punto en el diagrama seguirá subiendo la curva de los precios del petróleo y qué certeza tenemos de que esa curva no se vendrá abajo en cualquier momento? En este artículo intentaré responder a todo esto.

En efecto, entre 2000 y 2008 se da un aumento espectacular de los precios del barril de petróleo. En ese lapso pasó de 20 a más de 100 dólares. El profesor de Derecho Internacional  Martín Ortega Carcelén (2013) indica que durante esos años se dieron acontecimientos internacionales puntuales que influyeron en los precios o marcaron algunas crestas en la línea: la huelga petrolera de Petróleos de Venezuela (PDVSA) en 2002, el comienzo de la guerra de Irak en marzo de 2003, el recrudecimiento de esa guerra en noviembre de 2004, el conflicto entre Israel y Hezbollah en el verano de 2006 y la gran amenaza de proliferación nuclear de Irán. Sin embargo, no fueron estas crisis las responsables directas de ese ascenso prolongado de los precios sino una mega-tendencia en el crecimiento de la demanda mundial de crudo (Ortega, 2013, p. 3).

La expansión y la bonanza alcanzaron un pico histórico en julio de 2008, pero en septiembre de ese año se desata la crisis financiera con la quiebra de Lehman Brothers por los créditos hipotecarios de alto riesgo y surge la crisis económica global; vastas razones que provocaron el desplome de los precios del petróleo de 120 a 40 dólares/barril. Aún así, entre 2009 y 2010 los precios se recuperaron, en buena parte por la alta demanda de las economías emergentes (BRICS), y a partir del 2011 hasta el día de hoy se mantienen por encima de los 100 dólares/barril en promedio (Ibídem, p. 4). Y Venezuela, en su condición de mono-productor petrolero y a pesar de sus crisis e inestabilidad política, de algún modo, ha sido privilegiada por la volatilidad de precios y la inmediata liquidez de sus ventas en el mercado internacional.

Precios nominales y reales. Ryly y Delgado (2011)

El [post]Golpe de Estado de abril de 2002, el paro petrolero de diciembre de 2002 y principios de 2003, y el conflicto subyacente por el que Chávez quería tomar el control de la compañía estatal PDVSA (Ibídem, p. 8), provocó una fuerte disminución en la producción de Venezuela por debajo de los tres millones de barriles diarios en 2002 y 2003. En términos monetarios esto representó un total de 14.430 millones de dólares en pérdidas a la industria petrolera venezolana, por concepto de ventas no realizadas durante el llamado “sabotaje petrolero” 2002-2003, término acuñado por el gobierno [1]. Aún con estas cifras rojas la naciente y creciente curva mundial de los petrodólares le dio suficiente capacidad de reacción al denominado Gobierno Bolivariano y, en teoría, le permitiría a priori aumentar su producción interna.

Según el Instituto Nacional de Estadística, entre el 2003 y el 2012, el gobierno hizo una inversión total equivalente a los 772.000 millones de dólares en el área social, principalmente, a través de las Misiones Sociales. En otras palabras, el gasto social o gasto público en el período 1999-2011, por parte del gobierno venezolano, representó algo más del 60% de los ingresos del Estado [2]. Por su parte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en un Informe Macroeconómico sobre Venezuela correspondiente al 2011, destaca un crecimiento del PIB del 4,2%, pero acompañada de una elevada Inflación cercana al 30%, con políticas monetaria y fiscal expansivas, resaltando el hecho notable de un año 2012 de elecciones presidenciales. Y en ese sentido, sentencia: “Los elevados precios del petróleo permitieron una mejora de la cuenta corriente de la Balanza de Pagos, lo que en conjunto con el aumento del endeudamiento permitió financiar el aumento del gasto público durante el período” (CEPAL, 2012, p. 1).

El Informe de Gestión Anual 2012 de PDVSA revela algunas cifras interesantes: con las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo, que alcanzaron un récord histórico de 297.735 millones de barriles, se logró una producción promedio de 3,03 millones de barriles diarios (muy lejos de la meta de 5,8 millones establecida para ese año en los planes estratégicos [3]), y unas exportaciones promedio de 2,56 millones de barriles diarios, con un precio de la cesta venezolana de crudo que se ubicó en 103,42 dólares por barril en promedio, para, finalmente, obtener unos ingresos totales por el orden de los 124.459 millones de dólares. Entre 2008 y 2012 la principal empresa estatal del país obtuvo ingresos superiores a los 520.000 millones de dólares por ventas de petróleo crudo y sus productos (PDVSA, 2012, p. 156). Para el año 2013, se calcula que la estatal petrolera generó recursos entre 82.000 y 85.000 millones de dólares [4].

Ahora bien, queda claro que las arcas del Gobierno Bolivariano se llenaron de ceros y en divisas de color verde, fundamentalmente, por dos factores: uno interno, por el triunfo electoral de Hugo Chávez el 15 de agosto de 2004 en el Referéndum Revocatorio Presidencial y, más adelante, en las presidenciales de 2006; y un factor externo lógico, el aumento escalonado -ya mencionado- de los precios del petróleo. Pero, algo me inquieta entre tantos números: ¿En qué se invirtió o, en su defecto, en qué se gastó, más allá de la publicitada política social de Misiones, columna vertebral de la popularidad de Chávez y su mandato? El profesor-investigador Carlos Aponte Blank ofrece algunas luces, y pese a las diversas limitaciones estadísticas, evidencia que el sector educativo mantiene su primacía dentro del conjunto del gasto social (Aponte, 2010, p. 57) y, agrega, que es una tendencia que data de los años sesenta del siglo XX.

Fuente: Ministerio del Poder Popular para Energía y Petróleo.

Aponte señala que entre 2004 y 2009 el gasto público social en Venezuela estuvo dirigido, en primer lugar, a la Educación, seguido por un ascenso en erogaciones a la Seguridad Social, un tímido crecimiento del gasto en el sector Salud (2006-2007), y le siguen los recursos destinados a Vivienda y servicios conexos, Desarrollo Social y Participación. Sin embargo, los gastos en Cultura, Comunicación, y Ciencia y Tecnología ocupan un precario espacio en las asignaciones del gasto público (Ibídem, p. 56-57). Adicionalmente, destaca que todos los subsectores sociales sufren una caída en su gasto entre 2008 y 2009, es decir, período en que los precios del petróleo entran en la abrupta caída libre de más del 60% de su valor. Incuestionable señal de la dependencia directa que existe entre el bienestar social, su contraparte y los precios del crudo.

¿Y cómo ha sido la inversión en las bibliotecas venezolanas?
Recientemente, Julián Marquina (especialista en Dirección y Gestión de la Información) publicó un interesante texto titulado El retorno económico de la inversión en las bibliotecas (¡a Dios gracias que el chamo Julián y todos los españoles tienen la dicha de contar con un Anuario de Estadísticas Culturales oficial y algunas otras cifras fiables!). En ese trabajo se manejan una serie de datos que dan claramente una idea de la realidad que vive el sector en España y reflejan, expresamente, que dada la crisis económica ha habido -por ejemplo- recortes presupuestarios y otras tristes decisiones de gobierno.

Eso acá en Venezuela es casi imposible. Ya en otro artículo, hace un año, lo expresamos: es difícil responder a los problemas existentes con la escasa información estadística que ofrece la Biblioteca Nacional de Venezuela. Y ya hoy podemos afirmar que no existe data alguna disponible sobre ningún tipo de indicador bibliotecario en el sitio web institucional. Salvo la recopilación que hace Guzmán Cárdenas en el Anuario estadístico cultural, 1990-2003: Las cifras del libro y las bibliotecas en Venezuela (2004) de Fundación Polar; una fotocopia del Anuario Estadístico 2007 del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y Servicios de Bibliotecas que conservo desde hace mucho, y las Memorias y Cuentas del Ministerio del Poder Popular para la Cultura (disponibles vía web), no hay un producto institucional serio y confiable que dé algunas señales sobre el estado actual de las bibliotecas en mi país.

Biblioteca Nacional de Venezuela 
Imagen tomada de Globovision.com

Aún así, asumimos el reto de escudriñar en las Memorias y Cuentas del Ejecutivo en el sector Cultura, que aglutina no sólo a la Biblioteca Nacional sino a otros 26 entes descentralizados y a 3 órganos desconcentrados. Estos densos documentos oficiales son la única vía para conocer la gestión de la máxima institución bibliotecaria del país. Los registros disponibles corresponden a los años 2005 al 2013, casualmente se inician con el último año del que se conocieron datos en el sitio web institucional de la Biblioteca Nacional. De esta manera, conozcamos cuánto se ha invertido en el sistema bibliotecario venezolanos en los últimos años.

Pero antes, vale la pena destacar y tal vez orientar al lector sobre los componentes económicos que pudieron y, hasta ahora, pueden repercutir sobre las cifras que acá presentemos. Es decir, algunos elementos de impacto económico directo sobre los montos de cualquier presupuesto público que se planifique en Venezuela. En primer lugar, el establecimiento desde el año 2003 de un sistema de control cambiario bajo un esquema de tipo de cambio fijo oficial y que al día de hoy se mantiene con sistemas complementarios o alternativos de cambio de divisas [5]. Este mecanismo de control de cambio ha significado la devaluación implícita de la moneda: el Bolívar, en diversas oportunidades. A su vez, en el 2008 se llevó a cabo el proceso de Reconversión Monetaria que eliminó 3 ceros a la moneda nacional. Y ese mismo año a través de mecanismos legales se creó una contribución especial sobre precios extraordinarios y precios exorbitantes en la actividad primaria de hidrocarburos. Esto, sumado a la elaboración del Presupuesto Nacional calculado a la mitad de los precios del barril de petróleo, se ha traducido en la creación de fondos de desarrollo que han sido manejados de forma discrecional por parte del Ejecutivo Nacional y del que hay serias dudas en cuanto a su transparencia.

Por Renny Granda

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