martes, 14 de abril de 2015

La parábola del marido millonario

Foto de: www.maduradas.com
“Antes, en la Cuarta, a nosotros no nos daban nada. Hoy, votar por el gobierno, es como tener allí a tu marido millonario: tú no trabajas ni nada e igual siempre recibes algún dinero. Sigan hablando así y voten por los escuálidos para que ustedes vean lo que es malo”

Con este comentario tan duro, pero tan real, definía un conocido chavista la relación que se da en la Venezuela actual entre el binomio Gobierno–“Pueblo”. La oportunidad de poner en el tapete cómo el PSUV viola todas las disposiciones, leyes, potestades, derechos públicos, humanos y privados, para seguir alimentando su fantasía de comunismo tropical, con visos bárbaros de la calidad de Pol Pot, queda en el aire. Y, a veces, hasta parece un intento fútil en pro de cambiar la mentalidad de quien, simplemente, no puede o no quiere cambiar. Es imposible pensar de otra manera, porque esta frase representa, en mi humilde opinión, todo el compendio del pensamiento del “chavista” –¿venezolano? – promedio, que viéndose de la circunstancia de no tener los estímulos necesarios para producir, cae en los seductores brazos de un gobierno que, como buen hombre violento, aprovecha su fuerza para pegar cuando la esposa –pueblo– reclama lo que se merece: respeto, libertad y autodeterminación.

El “Pueblo de Venezuela”, eufemismo  horrible que, durante todas las épocas, han expresado los gobiernos amantes de una ciudadanía pobre e ignorante, se ha sometido como buen cordero al holocausto ante la presión de los mandatarios todopoderosos, quienes en estos momentos emplean más de la mitad de la fuerza productiva del país, controlan el 70% de la distribución de alimentos y generan aproximadamente el 95% del PIB de la nación. ¿Cómo llegamos a esto? Es la pregunta que muchos nos hacemos. En mi opinión, entre la miríada de razones que se pudiera ofrecer, cobra mucho peso el hecho de que, en Venezuela, este cuento del “marido” Gobierno no empieza ni con el muerto del Museo de Historia Militar, ni mucho menos con el intento democrático de los 40 “terribles” años, sino que está en la psique del venezolano desde mucho antes. Chávez es uno más, un ejemplo como los fueron Cipriano Castro, Joaquín Crespo, los Monagas,“El León de Payara”, Luciano Mendoza, los Ducharne, Juan Vicente Gómez; todos aquellos que asumieron la conducción de un país devastado por una guerra de independencia terrible, la más sangrienta que hubo en toda la América. Según varios académicos, muchos de estos caudillos surgieron ante la necesidad de poner orden al caos de los primeros años republicanos, cuando mucha gente no entendía de qué se trataba ese asunto de la República y del Estado, ya que antes todas las órdenes y decisiones emanaban del Rey de España.

Sin embargo, los caudillos no nos abandonaron, sino que siguieron y siguen teniendo más importancia, en nuestra historia, que las virtudes republicanas, tal como se evidenció durante los 14 años en los cuales Hugo Chávez gobernó Venezuela como si esta fuera su finca personal, y gran parte de la población se adhirió a la idea de volver al peonaje. Su carisma, su cercanía con los “patas en el suelo” a los que por supuesto les exigió, y les prodigó amor, no hizo más que crear esa fantasía, entre los seguidores del chavismo, de que está bien vivir del Estado y, es más, hasta resulta un derecho adquirido por simplemente vivir en Venezuela. El paternalismo de la Cuarta República se juntó con el mesianismo, para poco a poco ir atando a una población ya proclive a las dádivas, a una situación de dependencia en la cual la misma subsistencia depende de la adhesión al sistema y del culto al caudillo.

Es un sistema perverso, claro está, porque mezcla el atávico culto al héroe con las más refinadas formas de control que fueron desarrolladas en los laboratorios de poder de la Unión Soviética. Su efecto es mucho más difícil de mitigar por esa falta de iniciativa que, a lo largo de nuestra historia, los venezolanos hemos tenido para intentar cambiar nuestro destino, bien sea por la falta de oportunidades para quienes las requieran, por haber invertido más en cualquier otra cosa que en la educación de la juventud o por no haberse propiciado la iniciativa individual. El chavismo es una consecuencia de esto: donde no hay iniciativa queda el resentimiento y la envidia; donde hubo violencia, seguirá habiendo violencia; donde hubo ignorancia, campearán –a sus anchas– las mentiras y el proselitismo. Los mensajes esperanzadores de Capriles y de muchos intelectuales, como Carrera Damas, de que el “pueblo venezolano” es trabajador, honesto, humilde y proclive a la democracia, son abofeteados por la dinámica del día a día de una parte importante de la población, que hizo suyo el mensaje del odio, del racismo a la inversa y de la tiranía del “proletariado” para no pensar en el futuro, para destinarse a vivir a costa de un marido millonario que envilece y tortura, que obliga a no pensar en otra cosa que en la retaliación y la venganza contra una “no sé qué burguesía”, en vez de pensar en constituirse en ciudadanía, con todos los significados económicos y de progreso que esto implica para las sociedades.  

Por Erwin López

viernes, 27 de marzo de 2015

Reflexiones desde el clásico

Fuente: Goal.com
Me quedo con el fútbol sencillo de Benzema, del incansable Alba y del silencioso e increíblemente seguro Bravo. Siento que fueron determinantes, casi podría decir imprescindibles.

¿El resto? Goles en momentos no esperados, un Madrid adelantado, recuperando y proponiendo -cuando medio mundo presagiaba lo contrario- y un Barcelona temible al contragolpe. ¡Sí, me leen bien, al contragolpe! Una vez convertido el 2-1, pudo haber goleado al Real Madrid.

Y es que ese segundo gol fue una losa para el Madrid, ¡pesada, muy pesada! Buen pase profundo de Alves y exquisitez en el control... Luego, complicidad en la colocación de Iker ante el remate cruzado -e inesperado- de Suárez. A cobrar y festejar...

Aprovecho y escribo del uruguayo recién llegado al Barsa: Luis crece en este equipo. No le queda más remedio. Es algo así como mirar a los lados y decir "mi única posibilidad, aquí, es crecer". Y va y lo hace. Corre, propone, tiene descaro, pasa, celebra, cede, acepta... Y el domingo, en medio de la noche catalana, festejó un gol que tenía atragantado... Un gol que te abre las puertas a tres puntos que, probablemente, no merecía el equipo; pero ahí están... ¡Bien por él!


Y desde Suárez, regreso a Benzema: jugador sacrificado y delicado. Su espuela es una oda al anticipo, al ver una jugada posterior cuando todos estamos solo admirando su desmarque. Pero su partido fue mucho más que eso y se encontró con Bravo (si me apuran ustedes hoy, el mejor fichaje del verano para cualquier club): serio, trabajador, callado -ese silencio que no suena a humildad forzada- siempre activo, siempre presente bajo los tres palos azulgranas... Y Alba, ese "pequeñín" que cuando se planta ante la portería contraria, sin importar la camiseta que defiendas, deseas que anote: porque lo merece, porque se lo corrió, porque llegó ahí para hacerse o hacer un hueco. Jordi Alba tiene la particularidad de tener que hacerlo muy pero que muy mal, para hacer sentir defraudado al espectador...

El Barsa ganó el partido y tres puntos. El Madrid ganó credibilidad, el gol average particular y, además, se encontró con esa especie de aura que acompaña a los grandes: "estoy aquí, y, si me lo permites, voy a vencer -recordemos la Champions, mayo 2014". El Madrid no ganó puntos, pero se encontró con ese talante histórico que, si bien su actualidad pareciera desestimar, pesa tanto como para aparecer hasta cuando pierde. Y claro, ¡bien por ellos!

José Miguel Goñi

miércoles, 25 de marzo de 2015

Escrito en luz: El candelabro de Clío. Galería de la infamia.

George Azerotd, quien debía acabar con la vida del Vicepresidente Andrew Johnson.

David Herold, quien tenía el encargo de asesinar al Secretario del Departamento
de Estado, William Seward, 

Lewis Payne debía ayudar a Herold en el cometido de asesinar al Secretario de Estado Seward
John Wilkes Booth, el único que tuvo éxito en su misión, hirió de muerte a
Abraham Lincoln el 14 de abril de 1865 en el Teatro Ford.

Para el 14 de Abril de 1865, ya Abraham Lincoln había pasado a la Historia con su discurso de Proclamación de Emancipación en Gettysburg, con la promulgación de la 13° Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, que abole para siempre la esclavitud en la nación norteamericana, y con la victoria sobre la Confederación pro-esclavista, no sin muchas dificultades y sacrificios. Sin embargo, algunos de los fanáticos que habían entre aquellos "barones del Sur", quienes mercadeaban con seres humanos para mantener su estatus social, querían seguir con su proyecto de país esclavista y, en pro de lograr este cometido, planificaron el asesinato de las 3 principales autoridades del Estado norteamericano. 

En lo que pareció una jugada torcida del destino, los conspiradores sureños fallaron en asesinar a los subalternos del presidente, William Seward y Andrew Johnson, pero tuvieron éxito al acabar con el gran artífice de su derrota: Lincoln murió de un disparo, el 15 de Abril de 1865, en medio del llanto de un país. La cámara del foto-reportero Alexander Gardner, guardó para la posteridad los rostros de 3 de los implicados en la conspiración, que llevó a Lincoln a la tumba, posteriormente ejecutados luego de su captura. John Wilkes Booth, un sureño que se ganaba la vida como actor de teatro, murió en un enfrentamiento contra los soldados que lo perseguían, luego de haber logrado herir de muerte a Lincoln y huir del Teatro Ford hacia su amado Sur.     


Por Erwin López

miércoles, 18 de marzo de 2015

Escrito en luz: Allende el mar 2. Hombros anchos.

"La puerta de las nubes" refleja las luces de Chicago. Esta escultura es conocida por los chicaguenses como el Bean (Grano). Foto de @erwinlopezccs

La Torre Sears, en su momento el edificio más alto del mundo, compite por su trono con muchos otras estructuras corporativas que le rivalizan en riqueza y poder. Foto desde centro sur de la ciudad. Por @erwinlopezccs

La torre Trump se oculta entre las nubes de un día no muy soleado. El poder de su dueño se refleja en su altura y majestuosidad. Foto de @erwinlopezccs. 
Chicago es más que la ciudad de la mafia. Sus grandes rascacielos, su modernidad mezclada con la tradición del medio oeste y su trepidante dinámica económica, le han hecho ganar el sobrenombre de "Ciudad de los hombros anchos", que es fiel reflejo de la capacidad que tiene esta gran urbe para reinventarse cada día, para seguir siendo el tercer núcleo más importante del desarrollo industrial, tecnológico y de servicios en los Estados Unidos. 

Por Erwin López

miércoles, 11 de marzo de 2015

De puntera: ¿El Táchira para qué queda?

Los destellos mostrados por el Maestrico hacen olvidar, de tanto en tanto, las grandes deficiencias del equipo.
En Venezuela llama la atención cómo equipos sin grandes figuras han podido salir campeones en las últimas competiciones nacionales. El Zamora, como absoluto en las pasadas dos temporadas, y Trujillanos, en el reciente apertura, abofetearon las intenciones de equipos como el Táchira y Mineros, que –por su parte– han contado con envidiables nóminas (en comparación con los demás equipos) y la siempre importante continuidad. En contra sentido, no puede dejar de preocupar que un conjunto como el Deportivo Táchira, específicamente, haya sido incapaz de ganar un torneo recientemente y que el día de ayer mostrará nuevamente las inexplicables deficiencias, reflejadas en el doloroso y abultado resultado. El equipo, que no ha mostrado mayor cosa y que sólo pudo alegrarse luego de dejar tendido a un irreconocible y débil Cerro Porteño (no sin complicaciones), hoy vuelve a su realidad: su estática e impotente defensa, muchas veces con dos líneas de inmóviles espectadores, respiran cuando algo de movilidad y algún destello individual compromete al rival en campo contrario… En general, el Táchira juega a poco, por no decir a nada, y sólo podemos preguntarnos acerca de la responsabilidad de un técnico que sigue.

Escrito en Luz: El candelabro de Clío. Vistas de la Caracas de finales del siglo XIX.

Black Venus. Archivos de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.

Caracas from calvary, Venezuela. Archivos de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. 

Caracas- Carriage, Venezuela. Archivos de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Estas vistas de Caracas, tomadas por un viajero norteamericano, nos dan algunas luces sobre una sociedad de apariencias y muchas desigualdades, como la que nos cuenta Miguel Eduardo Pardo en su novela Todo un Pueblo. La Venus Negra, que lava la ropa en una de las tantas quebradas caraqueñas, contrasta en su pobreza con los miembros de la élite que solían tomarse paseos en carruaje por los caminos que llevaban a Antímano o Petare. El marco de esta sociedad es el imponente Ávila, sobrecogiendo a una ciudad que hacía lo posible por parecerse a París, así sus edificaciones fueran de estuco y no de mármol.
Por Erwin López

miércoles, 4 de marzo de 2015

Escrito en luz: Allende el mar. Contrastes

Foto: @erwinlopezccs.

Foto: @erwinlopezccs

La opulencia de los rascacielos de Chicago, por largo la tercera ciudad más importante de los Estados Unidos, contrasta con la presencia de indigentes que, en medio de pisos de mármol, y ante la indiferente mirada de compradores compulsivos, piden por algo de dinero para drogas, para comer, o para poder pagar un refugio contra el frío. Ésta será la primera de muchas "Allende el mar", series obligadas sobre la vida, los paisajes, lo malo (y lo bueno) del máximo "enemigo" y siempre conspirativo rival de la "Revolución Bolivariana".

 Por Erwin López

lunes, 2 de marzo de 2015

En dos líneas y media

Jesús Nuestro Salvador. Por El Greco. 
 "Yo les digo a ustedes que me escuchan: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan. Al que te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Al que te arrebata el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames.
Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Hasta los malos aman a los que los aman. Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿qué gracia tiene? También los pecadores obran así." 


Lucas 6, 28-33.

jueves, 26 de febrero de 2015

A propósito del Día de la Juventud

Al igual que aquel 12 de febrero de 1814, doscientos años después, la juventud venezolana entabló un combate desigual, aunque esta vez fue contra el poder de un gobierno totalitario.  [© Fotografía de Gabriel Osorio / Orinoquiaphoto]

Después de la derrota ante los ejércitos de la Corona Española en la Primera Batalla de la Puerta, a las tropas independentistas no les quedó otra alternativa que cubrir los caminos que, a través de los Valles de Aragua, conducían a la capital de la recién liberada República. Muchos hombres perdió Bolívar en la refriega, gran parte de ellos eran veteranos de la Campaña Admirable, quienes para la coyuntura bélica eran irremplazables dada las características del enemigo de turno: José Tomás Boves, asturiano, blanco del Estado Llano –es decir plebeyo–, quien lideraba una hueste que, según la demonología patriótica, debió salir del mismísimo Averno. El estandarte de esta “Legión Infernal” era la calavera, su leitmotiv, como muy bien reprodujo Uslar Pietri en sus Lanzas Coloradas, era el resentimiento, el deseo de venganza en contra de aquellos que querían, irónicamente, liberarlos.

Los patriotas defendieron los valles que circundan el Lago de Valencia con valentía, pero una a una sus poblaciones fueron cayendo en las manos de los 8000 venezolanos que seguían con el empeño de destruir a sus libertadores. Ante la inminente derrota, José Félix Ribas, que para el momento estaba encargado de la defensa de Caracas, recluta a los seminaristas y a los estudiantes laicos de la Universidad de Caracas, para llevarlos a vencer de manera heroica a un ejército superior en número y en capacidad combativa. Quizás de esta manera pudiéramos resumir lo que se repite una y otra vez en los libros de Historia de Venezuela, que, más allá de educar, se empeñan en hacer memorizar un evangelio independentista, sin hincar el diente en varias características interesantes de los contendientes en la Batalla de la Victoria. La primera: los enemigos de la República, van más allá de la figura de Boves y de alguno que otro canario, ya que, en su mayoría, estaban compuestos por el 80% de la población colonial, comprendiendo a negros esclavos, zambos, mulatos, mestizos, indígenas y pardos.  Aunque parezca insólito, la “Legión Infernal”, que tanto daño y destrucción causó, estaba compuesta por los venezolanos que fueron excluidos de la toma de decisiones en los asuntos del nuevo país, bien sea por su color, por sus antepasados o por su condición social. Boves es el primer gran héroe popular venezolano, de hecho es el primer Gran Taita, y sus seguidores fueron los que, para el chavismo, conformarían “el pueblo”.

La segunda: los defensores de la “libertad”, de los que tanto habla –desde la ignorancia– el “presidente” Maduro, eran los estudiantes del seminario y de la Universidad de Caracas, quienes poco antes de batallar tuvieron que aprobar un examen de limpieza de sangre para comprobar que no tuvieran, entre sus antepasados, a esclavos o indígenas. Es decir, que la Batalla de La Victoria, contrario a lo que nos hace creer la tradición, fue un enfrentamiento de clases entre los desposeídos, que veían a Boves (y por retruque al Rey) como protectores, y los republicanos, los “pelucones”, patiquines acomodados, que quisieron liberarse del Rey por arrogancia y ansias de más poder. Hoy, cuando nuestra juventud vuelve a arriesgar la vida en las calles de Venezuela, al enfrentarse a nuevas “Legiones Infernales”, queda la duda de si la lección, sobre la guerra social, que nos dieron personajes como Boves, no fue realmente aprendida, y nos lleva a cuestionarnos también sobre el sacrificio por la “libertad” cuando una parte importante del país se opone a ella.

Por Erwin López

miércoles, 25 de febrero de 2015

Escrito en Luz: Quito, esplendor colonial en un marco natural increíble

Parque nacional Cotopaxi. Al fondo, el volcán Rumiñahui. Foto de Erwin López

En un país donde el turismo se ha vuelto prioridad, jóvenes de todas partes del mundo se animan a conocer las bellezas naturales de Ecuador y a disfrutar de sus noches. Foto de Erwin López.

La Iglesia de la Compañía es rica material, histórica y culturalmente. Un lugar de obligada visita para quien llegue a Quito. Foto de Erwin López

La Ronda, calle donde poetas, bohemios y pintores ecuatorianos y latinoamericanos hicieron de las suyas durante más de un siglo. Foto de Erwin López.



La mitad del mundo, sitio que fue comprobado geográficamente hace ya dos siglos. Foto de Erwin López.

A diferencia de lo que pasa en Miraflores, donde el acceso a la sede del Ejecutivo está restringida, la gente pasea e incluso saluda al presidente Correa en el mismo frente del Palacio de Carondelet. Foto de Erwin López

La cotidianidad de la tranquila capital ecuatoriana se desarrolla en el monumental marco de su casco histórico. Foto de Erwin López.

La calle Venezuela en Quito, se ilumina mientras el día va dando paso a la noche. Foto de Erwin López.

Como diría René Pérez, Latinoamerica está llena de discursos sin saliva y de mucho, pero mucho, populismo. A pesar de su crecimiento económico, Ecuador no escapa de las garras del resentimiento. Foto de Erwin López

La tradición indígena se muestra en muchas facetas de la cotidianidad ecuatoriana. Aquí vemos a una mujer que vende bufandas a los turistas para poder mantener a su familia. Foto de Erwin López.
Por Erwin López

martes, 10 de febrero de 2015

La verdad como feudo y el poder como vicio

Venezuela en su cuartel laberíntico

Luego del triunfo de Hugo Chávez en diciembre de 1998, la promesa de lograr la refundación de la República fue consolidándose –como bien sabemos– gracias a las siguientes victorias del nuevo mandatario, que permitieron la modificación de la Constitución de 1961. Con la nueva Carta Magna nació también la llamada V República. En efecto, Venezuela tomó un nuevo rumbo y luego de dieciséis años podemos afirmarlo enfáticamente. Por supuesto, ese cambio, que significó notables virajes en algunos aspectos, terminó por mostrar su verdadera cara: más que una transformación de 180°, representó la profundización de un estigma bien conocido y relevante, que ocupa lugar preferencial en nuestra historia: el caudillismo. Y, por supuesto, ¿quién mejor que un (ex) militar para “promover cambios” y asumir tal rol en el incipiente siglo XXI?

Después de varios sucesos, de que se conjugaran diversos acontecimientos, el poder empezó a concentrarse peligrosamente en la figura de un hombre. Algunos empezamos a pensar en que revivían los inicios de nuestro siglo XX. El gobierno-partido fue controlando todo, confundiéndose con el Estado... Chávez hacía y deshacía. Tanto controló, y tanto significó, que sus partidarios, en líneas generales, no podían imaginar un gobierno sin el barinés. Me atrevo a decir que, incluso, a parte del pueblo opositor le costaba imaginar una Venezuela dirigida por otro hombre, cosa que no dejaba de generar una notable depresión. La nueva República ofrecía cheques en blanco por doquier, los Poderes se sometían a la voluntad de la figura central y hasta los medios empezaron a ser controlados. El gobierno personalista empezó a definir la verdad, el caudillo lograba así el cometido y su posterior muerte, por otra parte, terminó corroborando que está(ba)mos frente a una religión política, ahora con un mesías sacrificado.

El Poder, como droga, empezó a hacer su efecto desde hace tiempo. La evidente adicción se reflejó en las acciones de los miembros del partido-gobierno y el temor, ante la posibilidad de la abstinencia, los obligó varias veces a prensar los dientes y a retorcerse. Pasó con Chávez (recordemos, por ejemplo, cuando apareció junto al Alto Mando Militar para hablar de la “victoria pírrica de mierda”) y ocurre ahora, más todavía, con los sucesores enfrentado tan delicada crisis económica. El vicio, que es adicción y miedo, hoy hace que el gobierno se niegue a soltar un poco los hilos con los que maneja todo. La verdad, entonces, fue convertida en feudo, desde que Chávez gobernaba, y el régimen del heredero hasta le creó un noticiero con su nombre. Las afirmaciones gubernamentales empezaron a ser la verdad y, más preocupante todavía, las obvias mentiras también. Igualmente, las exageraciones y las omisiones, del oficialismo, sirvieron, y lo siguen haciendo, para configurar las certezas. Lastimosamente nuestro presente, cada vez más, parece una versión de la película Wag the dog. En otras palabras: no importa qué tan evidente sea la ficción presentada por el gobierno, si se repite constantemente como si fuera verdad en los medios. Y los dirigentes rojos son tan efectivos en esto (como afirmó Luis Ugalde: el gobierno sólo ha sido verdaderamente eficiente en su trabajo propagandístico) que aunque la actualidad nos golpea, no falta quien crea y defienda altivamente todo el cuento de la guerra económica, sin reparar en los notables detalles contradictorios.

El señor feudal, a fin de cuentas, defiende su tierra como sea porque ésta lo es todo, define su poder. El pueblo, su pueblo, que antes parecía manejado a través de una relación clientelar, hoy retrocede al vasallaje en tiempos de guerra. Es que, insisten, mucho le debe el pueblo a la revolución, aunque la miseria nos esté tragando y los beneficios sean tan escasos como los productos de primera necesidad. Los líderes revolucionarios siguen llamando al pueblo para que defienda el partido-gobierno-Estado, porque la verdad, ésa que nos imponen, es que estamos frente a una guerra económica, que el Imperio tumba los precios del petróleo para perjudicarnos y que Arabia Saudita es cómplice, que la violencia en el país es culpa de los colombianos y que el resto del mundo pasa por una crisis semejante. Quieren prohibir, por otra parte, que la gente se pregunte cómo es posible aunque algunas de las afirmaciones anteriores puedan ser parcialmente ciertas que el gobierno y el país sean tan frágiles luego de los años de bonanza y que nuestro mandatario no pueda hacer más que activar su locus de control externo, después de ser uno de los protagonistas de este proceso que lleva dieciséis años... dieciséis años controlando todo el poder, para ser específico. En esta dinámica hasta tienen la desfachatez de omitir, de no reconocer abierta y contundentemente, lo que los empresarios y opositores gritan: “si la escasez existe por la guerra económica, ¿por qué también es difícil encontrar el aceite Diana, el cemento, la harina Juana, las cabillas, el café Fama de América, entre otros productos de empresas expropiadas? ¿Por qué no ha mejorado el problema luego de las intervenciones gubernamentales? 

Hoy, en consecuencia, los justos reclamos, las desnudadas incongruencias, quedan al margen, son transformadas en silencio, o en susurros, frente a las repeticiones de la gran maquinaria comunicacional del oficialismo. Hoy el Presidente de la Asamblea, sin importar lo que se vive en Venezuela, sigue decidiendo quién habla, quién dirige comisiones, cuál es la autocrítica permitida y quién puede reclamar. El mandatario Nicolás Maduro, igualmente, puede aprobar que se encarcelen empresarios, en medio de shows mediáticos (tan nocivos política-económicamente), luego de –contradictoriamente– hacer un llamado conciliador a las empresas privadas y solicitar el apoyo de los economistas críticos. Hoy vivimos de acuerdo al legado del gobierno personalista de Chávez. Y, ante la pregunta que Luis Ugalde formuló en su artículo Prohibido hablar, puedo decir que la respuesta es evidente: Diosdado Cabello y muchos otros dirigentes revolucionarios consideran que nuestro país es un cuartel (otra imposición), en donde todos deben obedecer cuando el militar manda a callar. Hoy, por si fuera poco, la acción de la disidencia es también controlada por el poder gubernamental para que no haga daño, pero para que sirva, al mismo tiempo, de triste disfraz que reafirme la democracia.

Por Manuel Ferreira Cid

viernes, 6 de febrero de 2015

En dos líneas y media

Filósofo, escritor, crítico, ensayista, semiólogo estructuralista francés.
Foto: Imágenes de Google

"Saber que uno no escribe para el otro, saber que estas cosas que voy a escribir nunca harán que me ame quien amo, saber que la escritura no compensa nada, no sublima nada, que ella está precisamente allí donde tú no estás -es el comienzo de la escritura"

Roland Barthes

jueves, 5 de febrero de 2015

"Ha llegado un inspector"

El pasado fin de semana tuve la oportunidad de ver Ha llegado un inspector, obra original del inglés J.B. Priestley (1946), representada en el país desde hace algunos meses gracias al Grupo Teatral Skena. Esta versión de Ugo Ulive, producida y dirigida por Basilio Álvarez, mezcla la intriga con algo de humor, gracias a las buenas interpretaciones de actores como el reconocido Jorge Palacios (Inspector Goodman).

La obra inicia cuando la más que acomodada familia Birling celebra el compromiso de la joven Sheila con Gerald Croft. En medio de este encuentro festivo se van mostrando las características de la familia y, en especial, del padre, Arthur Birling, quien resulta ser un hombre de pocos escrúpulos, capaz de sugerir que, ante cualquier inconveniente, la solución más inteligente no es la moralmente más adecuada. Es en ese momento cuando aparece inesperadamente el Inspector Goodman, no sin algo de misterio, para interrogar a la familia (incluyendo al futuro yerno) acerca de un suceso que acaba de ocurrir: Una joven se ha suicidado, ingiriendo un desinfectante, y –luego de revisar el apartamento y el diario de la chica– el funcionario ha considerado continuar su investigación en la mansión de los Birling, logrando, con sus precisas preguntas, demostrar que cada uno de los miembros tuvo algo que ver con la lamentable muerte.

¿Culpables de un suicidio? La obra llama a la reflexión sobre la responsabilidad que cada persona tiene en relación con los otros. Muestra cómo una decisión puede afectar vidas ajenas, en especial en sociedades como la representada en la obra, caracterizada por la marcada desigualdad social, así como por el abuso de poder de los miembros de las clases y estamentos dominantes. El Inspector, luego de develar todos los hechos, se despide con un discurso aleccionador que parece dar por concluida la obra; pero la trama continúa con la discusión que se genera en la casa, a raíz de la inesperada visita, en la cual se enfrentan dos perspectivas: la indolente (de los padres) y la afectada (de los hijos), situación que se mantiene incluso luego de que tanto Croft como el señor Birling parecen descubrir que todo lo ocurrido fue una simple broma.

La obra culmina con un giro repentino, quebrando la linealidad del tiempo. La realidad, reiniciada, vuelve a perturbar la ahora inestable tranquilidad de esta familia de poderosos, gracias a la labor de un Inspector que es capaz, nuevamente, de confrontar la frágil moral del resto de los personajes.

Por Manuel Ferreira Cid

viernes, 30 de enero de 2015

La metamorfosis del vampiro - Charles Baudelaire

Charles Baudelaire. Famoso poeta francés.
Foto: Theguardian.com



La mujer, entre tanto, de su boca de fresa
Retorciéndose como una sierpe entre brasas
Y amasando sus senos sobre el duro corsé,
Decía estas palabras impregnadas de almizcle:
«Son húmedos mis labios y la ciencia conozco
De perder en el fondo de un lecho la conciencia,
Seco todas las lágrimas en mis senos triunfales.
Y hago reír a los viejos con infantiles risas.
Para quien me contempla desvelada y desnuda
Reemplazo al sol, la luna, al cielo y las estrellas.
Yo soy, mi caro sabio, tan docta en los deleites,
Cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos
O cuando a los mordiscos abandono mi busto,
Tímida y libertina y frágil y robusta,
Que en esos cobertores que de emoción se rinden,
Impotentes los ángeles se perdieran por mí.»

Cuando hubo succionado de mis huesos la médula
y muy lánguidamente me volvía hacia ella
A fin de devolverle un beso, sólo vi
Rebosante de pus, un odre pegajoso.
Yo cerré los dos ojos con helado terror
y cuando quise abrirlos a aquella claridad,
A mi lado, en lugar del fuerte maniquí
Que parecía haber hecho provisión de mi sangre,
En confusión chocaban pedazos de esqueleto
De los cuales se alzaban chirridos de veleta
O de cartel, al cabo de un vástago de hierro,
Que balancea el viento en las noches de invierno.

Charles Baudelaire