Teresa de la Parra |
La
verdad es que son muchos los escritores que nacieron o fallecieron un 23 de
abril, pero siempre me ha llamado la atención que -a razón de esta importante
celebración cultural- de alguna manera se ignore un nombre, que en el mundo de
la literatura hispanoamericana tuvo un papel más que destacado: les estoy
hablando de Teresa de la Parra. Es por ello que, en el marco de la celebración
del Día Internacional del Libro, del Idioma y del Derecho de Autor, quisiera dedicarle
unas líneas a esta importante escritora venezolana.
Ana Teresa Parra Sanojo nace en París, Francia, un 05
de octubre del año 1889 y aunque gran parte de su corta vida transcurrió en el
extranjero, el legado de su obra demuestra que siempre sintió a Venezuela como
su tierra amada.
Pocos años de su infancia los pasó en la patria de
Bolívar, con el cual, por cierto, guardaba cierto grado de consanguinidad, ya
que su tatarabuela (Teresa Jerez de Aristeguieta) era prima de El Libertador y a
su vez madre del general Carlos Soublette. Entre los 2 y los 11 años vivió muy
cerca de Caracas, en la hacienda El Tazón, y es probable que en estos años se
forjara un lazo indisoluble con Venezuela, de donde se marcharía rumbo a España por la repentina muerte de su padre. Entre España y Francia se forjaría su educación y, por supuesto, su pasión por la literatura.
La obra de Ana Teresa Parra Sanojo comienza a hacerse pública a la edad
de 26 años cuando sus primeros cuentos, de corte fantásticos, son publicados en
algunas afamadas revistas parisinas, tales como Paris Time, Revue de L'Amérique
Latine, entre otras. A raíz de tales publicaciones, diarios como El
Universal y la revista Lectura Semanal se interesan por su obra y es así como comienza
a publicar algunos de sus cuentos bajo el seudónimo de “Fru-Fru”. Entre éstos
destacan Un evangelio indio: Buda y la
leprosa y Flor de loto: una leyenda
japonesa. Así mismo, se hacen públicos los cuentos fantásticos
El ermitaño del reloj, El genio del pesacartas y La historia de la señorita grano de polvo,
además de La bailarina del sol.
Lo anterior ocurrió entre los años 1915 y 1920. La mesa estaba servida para que Teresa de la
Parra escribiera su obra Maestra: Ifigenia.
Ifigenia es
considerada la primera gran novela venezolana, marcando así la madurez del género
en las letras del país. Tiene, como contexto internacional, el fin de la Primera
Guerra Mundial y es escrita como si fuera una especie de diario personal.
Fue su primera obra publicada con el seudónimo de “Teresa de la Parra”, y trata,
a grandes rasgos, el drama de la mujer frente a una sociedad que no le permite expresar sus ideas ni elegir su destino. Por esta obra, justamente, Ana Teresa Parra conquistó el primer
lugar en un concurso literario en París, auspiciado por el Instituto Hispanoamericano
de la Cultura Francesa, y se convierte en una de las escritoras más importantes
de Latinoamérica.
Otra de sus más grandes obras, considerada un
clásico de la literatura hispanoamericana, es Memorias de Mama Blanca, con la cual aborda
el tema de la memoria, de la saga familiar, e ilustra el ambiente de su niñez,
mostrando personajes y costumbres de la época, todo a través de una jovial anciana que cuenta sus travesuras infantiles.
La vida y obra de Teresa de la Parra son dignas de
ser mencionadas a la hora de hablar de los autores que dan pie a la celebración
del Día del Libro, del Idioma y del Derecho de Autor, sobre
todo por lo que representó esta venezolana para la historia de la
literatura hispanoamericana, cuando los hombres eran quienes dominaban, de alguna
manera, esta disciplina intelectual. Tal vez la historia de Ifigenia continúa
vigente en un mundo que todavía no reconoce, a carta cabal, el papel de la mujer en ciertas labores que
históricamente han estado dominadas por los hombres. Es por ello que hoy queremos recordar a Ana Teresa Parra Sanojo,
una olvidada entre los libros.
Por Américo Alvarado P.
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