sábado, 1 de marzo de 2014

Tiembla Venezuela

Desde una noche caraqueña

Foto de Óscar Mora
Luego de más de una semana de manifestaciones en Caracas (empezaré hablando sólo de la Capital), el Gobierno, a través de los cuerpos armados (regulares e irregulares), inició un ataque desmedido. El 19/02 en la noche dejé atrás el leve sonido de los cacerolazos en El Valle para adentrarme en el infierno que se vivía en el Municipio Los Salias. La GNB atacaba a quienes manifestaban en la Panamericana, a la altura de Las Minas. Se escuchaban tiros, noté el humo de las bombas lacrimógenas, vi un par de jóvenes en el piso y escuché el rumor que indicaba la posibilidad de un fallecido (rumor que terminaba siendo falso). Mientras tanto, recibía mensajes de texto que me informaban lo que estaba diciendo el Presidente Maduro, en una de sus típicas cadenas de radio y televisión. “El hombre terminó por justificar las acciones de los colectivos armados”, rezaba uno de los mensajes. El desconcierto, mezclado con el humo de las bombas, nublaba el entorno.

Al llegar a mi casa revisé el twitter y reaparecía una noticia matutina que hablaba de movimientos sísmicos en el país. Venezuela seguía vibrando en todo sentido, pensé. Al rato, mientras leía sobre las confrontaciones en el Estado Táchira, llamó mi tía, quien vive en El Marqués, y saludó atípicamente con un “nos disparan”. La Guardia escoltaba a bandas de motorizados que accionaban sus armas contra los edificios. “Aquí ya todo estaba tranquilo, pero llegaron los motorizados disparando y acaban de lanzarle algo a un edificio empresarial y se está prendiendo en llamas”, llegó a decir. Tras la voz de mi tía sonaban más detonaciones, que ejemplificaban lo que nerviosamente afirmaba. Los maleantes, denominación que hasta resulta elegante, gritaban “¿por qué no bajan ahora?”, mientras iniciaban, según ella me decía, una especie de desfile (para)militar por la Rómulo Gallegos. Mi hermano, paralelamente, me mostraba la foto de un disparo en la pared de la casa de una compañera de estudios.

La noche terminó dejando el rastro del desorden y el eco de los ansiosos ladridos. Días después, en medio de más protestas, se resaltaba el triste balance de las manifestaciones: gente detenida, herida y muerta. El Presidente, por su parte (en sus cadenas posteriores), parecía preocuparse más por los daños causados a un MetroBus que por las muertes, merecedoras de escasos minutos en sus diarios discursos. Entre los apresados está “el fascista de López”, resaltaba también el mandatario, por llamar a protestar “irresponsablemente” y muchos, entonces, comenzamos a preguntarnos (sabiendo la respuesta) ¿por qué seguía (y sigue) libre el gobernador oficialista Ameliach, quien más irresponsablemente llegó a tuitear: “UBCH a prepararse para el contra ataque fulminante. Diosdado dará la orden”?, justo un día antes de que resultara muerta una joven en Carabobo, durante las manifestaciones.

Nuestro país, en definitiva, hoy sigue temblando por las protestas de los manifestantes, por las pisadas de los Guardias y por quienes caen sobre el duro pavimento, con los parpados bien arrugados o con los ojos ya nublados. Sigue temblando aunque algunos ni lo sientan. Venezuela continúa gritando a través de las multitudinarias concentraciones y marchas, a través de las ingratas barricadas y de los cacerolazos. Venezuela llora por la división, por el desencuentro, por los grupos armados que amedrentan y por la violencia de cada polo. Venezuela sigue sumergida en el mar que originó todo esto: la inseguridad, la escasez; aunque algunos prefieran hablar de una ocurrencia norteamericana. Venezuela hoy es incertidumbre, es pugna; pero, siempre joven, no deja de ser nuestro amor más sincero y la promesa de un mejor mañana, promesa que recordamos con el beso fresco de cada amanecer.

Por Manuel Ferreira Cid
(Escrito el 22/02/2014)

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