martes, 18 de marzo de 2014

Elisa Lerner: entre la realidad y la ficción, una idea de literatura

Elisa Lerner.
Foto tomada de El Nacional
 “Sin mundo real no hay mundo de ficción […]
sin mundo real no habría ficciones sino cielos estetizantes”
Elisa Lerner. Yo amo a Columbo o la pasión dispersa.

Elisa Lerner es, principalmente, una dramaturga, cronista y ensayista venezolana, reconocida en 1999 con el Premio Nacional de Literatura. Su obra se ha caracterizado, especialmente, por la coherencia y por su profundo sentido crítico, acostumbrando a partir de la cotidianidad del siglo XX para desarrollar su propuesta ficcional. En este sentido, la obra de Lerner juega entre la línea que separa la realidad de la ficción, desarrollando ciertos ejes temáticos centrales, como afirma José Balza, tales como la memoria y el diálogo. Y es que, para Lerner, “la literatura no es el triunfo, sino la palabra que se sufre”, es también la búsqueda de “la palabra exacta, precisa, que pueda unirnos, definitivamente, al mundo y a sus seres”. La relación entre la ficción y la realidad, para la autora, no sólo es un hecho en su obra, sino una necesidad.

La narradora, por ejemplo, de Yo amo a Columbo o la pasión dispersa (libro de crónicas de la escritora) funciona como un doble ficcional de la autora Elisa Lerner. A partir de esta propuesta, se nos muestran ciertas parodias, reflexiones y críticas sobre una realidad que ha definido, en parte, la conciencia nacional del venezolano contemporáneo y que ha afectado su producción artística en el pasado siglo. Lerner, en efecto, va mostrando un dibujo de país, un diseño que resalta las consecuencias producidas por diversos sucesos históricos que sacudieron y transformaron la nación. El venezolano vio cómo las dictaduras, la aparición del petróleo y la difícil transición democrática (más su posterior afianzamiento) caracterizaron gran parte del siglo XX nacional y terminaron generando un importante impacto en la definición e identificación misma del venezolano. La escritora entiende que muchas de nuestras características no son más que consecuencias de lo que hemos vivido desde inicios de 1900, de las sacudidas históricas –como dijo el historiador Manuel Caballero– que se produjeron en ese período. Quizá por esto Susana Rotker llegó a afirmar que “el problema central de la dramaturgia de Elisa Lerner es la identidad”. Entender al venezolano, comprender su pasado reciente y el vínculo de éste con el arte parecen establecerse como objetivos claros en su obra.

¿Cuáles son algunas de esas consecuencias producidas por las dictaduras y por las precarias democracias  (como las catalogó Lerner)?  Podemos  mencionar  la  dificultad  para  dialogar,  la  carencia  de  memoria –instrumento que sólo fue utilizado por los dictadores para perseguir a sus detractores– y la mentalidad rentista, vinculada con la explotación del llamado oro negro. Estas características o “bárbaros estigmas” también afectaron y definieron, en parte, la producción literaria venezolana. Es que, por supuesto, los escritores no escaparon de lo que se vivió durante el siglo y esas experiencias, esos estigmas, con frecuencia se reflejaron, de una forma u otra, en sus producciones.

Partiendo de esta última afirmación, Lerner analiza incluso por qué algunos géneros –como la poesía– se desarrollaron más que otros, en Venezuela. Caracteriza, de esta forma, la literatura nacional y nos da a entender cuál es su ars poética. La escritora prefigura, en Yo amo a Columbo, un canon literario nacional, en el cual destaca (revaloriza) obras como las de Salvador Garmendia, José Ignacio Cabrujas, Guillermo Meneses, entre otros, por manifestar los rasgos que satisfacen sus expectativas como lectora: el rescate de la memoria, la introspección, el diálogo y el humor. Características que, muchas veces, se vinculan entre sí: la autora señala, en este sentido, la importancia de un humor “no exento de memoria”, entendiendo –a su vez– la relación de dicha memoria con la introspección que, por su parte, también debe comprometer, permitir el enfrentamiento de ideas a través del diálogo Mientras hace estos planteamientos, en diversas crónicas, su obra sigue desarrollándose y procurando cumplir con esas expectativas.

Según Silda Cordoliani, Lerner busca destruir sus fantasmas personales y liberar al país de sus espectros. En definitiva, agregaría yo, aspira la conformación de una literatura nacional caracterizada, antes que nada, por la no-complicidad, por combatir los “bárbaros estigmas” impuestos por los dictadores (continuados, en cierta medida, por nuestros demócratas). La narradora sueña con el continuo desarrollo de un arte testimonial y clarividente, que se aleje de la tradición de silencio político y que promueva tanto el diálogo como el rescate de la memoria nacional, alejándose del monólogo (o de los fracasados intentos de diálogos) que parodia en sus obras teatrales, fomentando más bien discusiones, permitiendo el desarrollo del pensamiento crítico y la desmitificación, por qué no, de ciertas bases culturales.

Otras obras de Elisa Lerner: podemos mencionar sus textos teatrales Una entrevista de prensa o la Bella de inteligencia (1960), En el vasto silencio de Manhattan (1963), El país odontológico (1966), Vida con mamá (1975), La mujer del periódico de la tarde (1976); libros de crónicas como Crónicas ginecológicas (1984) y Carriel para la fiesta (1997); así como su novela De muerte lenta (2006).

Un poema, novela u obra de teatro se contagia
de todos los trastornos de la humanidad.
Harold Bloom. Elegía al canon

Por Manuel Ferreira Cid

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