Elisa Lerner. Foto tomada de El Nacional |
“Sin mundo real no hay mundo de ficción […]
sin mundo real no
habría ficciones sino cielos estetizantes”
Elisa Lerner. Yo amo a Columbo o la pasión dispersa.
Elisa Lerner es, principalmente, una dramaturga,
cronista y ensayista venezolana, reconocida en 1999 con el Premio Nacional de
Literatura. Su obra se ha caracterizado, especialmente, por la coherencia y por
su profundo sentido crítico, acostumbrando a partir de la cotidianidad del siglo XX para
desarrollar su propuesta ficcional. En este sentido, la obra de Lerner juega
entre la línea que separa la realidad de la ficción, desarrollando ciertos ejes
temáticos centrales, como afirma José Balza, tales como la memoria y el diálogo.
Y es que, para Lerner, “la literatura no es el triunfo, sino la palabra que se
sufre”, es también la búsqueda de “la palabra exacta, precisa, que pueda
unirnos, definitivamente, al mundo y a sus seres”. La relación entre la ficción
y la realidad, para la autora, no sólo es un hecho en su obra, sino una
necesidad.
La narradora, por ejemplo, de Yo
amo a Columbo o la pasión dispersa (libro de crónicas de la escritora) funciona como un doble
ficcional de la autora Elisa Lerner. A partir de esta propuesta, se nos muestran
ciertas parodias, reflexiones y críticas sobre una realidad que ha definido, en
parte, la conciencia nacional del venezolano contemporáneo y que ha afectado su producción artística en el pasado siglo. Lerner, en
efecto, va mostrando un dibujo de país, un diseño que resalta las
consecuencias producidas por diversos sucesos históricos que sacudieron y
transformaron la nación. El venezolano vio cómo las dictaduras,
la aparición del petróleo y la difícil transición democrática (más su posterior
afianzamiento) caracterizaron gran parte del siglo XX nacional y terminaron generando un importante impacto en la definición e identificación
misma del venezolano. La escritora entiende que muchas de nuestras
características no son más que consecuencias de lo que hemos vivido desde
inicios de 1900, de las sacudidas
históricas –como dijo el historiador Manuel Caballero– que se produjeron
en ese período. Quizá por esto Susana Rotker llegó a afirmar que “el
problema central de la dramaturgia de Elisa Lerner es la identidad”. Entender
al venezolano, comprender su pasado reciente y el vínculo de éste con el arte parecen establecerse como objetivos claros en su obra.
¿Cuáles son algunas de esas consecuencias producidas por las dictaduras y
por las precarias democracias (como las catalogó Lerner)? Podemos mencionar la dificultad para dialogar, la carencia de memoria –instrumento que sólo fue
utilizado por los dictadores para perseguir a sus detractores– y la mentalidad
rentista, vinculada con la explotación del llamado oro negro. Estas características o “bárbaros estigmas” también
afectaron y definieron, en parte, la producción literaria venezolana. Es que, por supuesto, los escritores no escaparon de lo que se vivió durante el siglo y esas experiencias, esos estigmas, con frecuencia se reflejaron, de una forma u otra, en sus producciones.
Partiendo de esta última afirmación, Lerner analiza incluso por qué algunos géneros –como la poesía– se desarrollaron más que otros, en Venezuela. Caracteriza, de esta forma, la literatura nacional y nos da a entender cuál es su ars poética. La escritora prefigura, en Yo amo a Columbo, un canon literario nacional, en el cual destaca (revaloriza) obras como las de Salvador Garmendia, José Ignacio Cabrujas, Guillermo Meneses, entre otros, por manifestar los rasgos que satisfacen sus expectativas como lectora: el rescate de la memoria, la introspección, el diálogo y el humor. Características que, muchas veces, se vinculan entre sí: la autora señala, en este sentido, la importancia de un humor “no exento de memoria”, entendiendo –a su vez– la relación de dicha memoria con la introspección que, por su parte, también debe comprometer, permitir el enfrentamiento de ideas a través del diálogo. Mientras hace estos planteamientos, en diversas crónicas, su obra sigue desarrollándose y procurando cumplir con esas expectativas.
Según
Silda Cordoliani, Lerner busca destruir sus fantasmas
personales y liberar al país de sus
espectros. En definitiva, agregaría yo, aspira la conformación de una literatura nacional
caracterizada, antes que nada, por la no-complicidad, por combatir los
“bárbaros estigmas” impuestos por los dictadores (continuados, en cierta medida, por nuestros
demócratas). La narradora sueña con el continuo desarrollo de un arte testimonial
y clarividente, que se aleje de la tradición de silencio político y que
promueva tanto el diálogo como el rescate de la memoria nacional, alejándose
del monólogo (o de los fracasados intentos de diálogos) que parodia en sus
obras teatrales, fomentando más bien discusiones, permitiendo el desarrollo del
pensamiento crítico y la desmitificación, por qué no, de ciertas bases
culturales.
Otras
obras de Elisa Lerner: podemos mencionar sus textos teatrales Una entrevista de prensa o la
Bella de inteligencia (1960), En el vasto silencio de
Manhattan (1963), El país odontológico (1966), Vida con mamá (1975), La mujer del periódico de la tarde (1976);
libros de crónicas como Crónicas
ginecológicas (1984) y Carriel para
la fiesta (1997); así como su novela De muerte lenta (2006).
Un
poema, novela u obra de teatro se contagia
de
todos los trastornos de la humanidad.
Harold
Bloom. Elegía al canon
Por Manuel Ferreira Cid
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