Foto de Gloria Rodríguez Fuente: Wikipedia |
Yo
nací y he vivido siempre en Caracas. Por los cuentos que me han echado no la
conocí en su esplendor, aun cuando puedo decir que tuve la oportunidad de
conocer una ciudad un tanto más amigable que la de ahora.
Sí,
ciertamente Caracas, desde que se desarrolló, dejó de ser una niña de su casa,
hacendosa y aplicada... Su particular personalidad rumbera y bochinchera nos
permitía, dentro de todo, caminarla sin tanto temor, sin tanto olor a peligro,
sin ver tanto para los lados. Escuchar su música y bailar con ella no era tan
complicado, aunque es inevitable admitir que, cuando se ponía arisca, mostraba
las uñas y hasta los dientes; pero ahora que ha crecido, y se comporta como una
mujer traicionada, huele a venganza, a reproche que reclama con pistola en
mano, cual furibunda retrechera que pretende cobrarse, en una noche, los
maltratos de toda una vida. ¡Cuánto salvajismo tenía oculto!
Ahora
insulta a diestra y siniestra. Ahora es Caracas la endemoniada, la que amanece
con menos gente, la que no perdona ni ve para atrás. Quizás está enferma,
delirando con una fiebre de ignorancia, de desconfianza, de rencor, de
resentimiento, de inconsciencia o decidió que ya no hay espacio para sus
habitantes y sus etiquetas. Sí, las etiquetas que cargamos todos, casi que
pegadas en la cédula, y que se reflejan en la frente y hasta en la manera de
caminar... Y para nada, porque no he sabido de ninguna bala preguntando si eres
Chavista, Ni Ni u Opositor, si tienes hijos o si ya cumpliste tus sueños.
Publicado originalmente en El Universal Web y en Guayoyo en Letras
Por Arasnevid López
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