“La Universidad,
señores, no sería digna de ocupar un lugar en nuestras instituciones
sociales,
si (como murmuran algunos ecos oscuros de declamaciones antiguas)
el cultivo de las ciencias y de las letras pudiese mirarse
como peligroso
bajo un punto de vista moral, o bajo un punto de vista político.
La moral (que yo no separo de la religión) es la
vida misma de la sociedad;
la libertad es el estímulo que da
un vigor sano y una actividad fecunda a las instituciones sociales”.
Andrés
Bello. (17 de septiembre de 1843)
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Fuente: Argentina.ar |
Hoy,
domingo 27 de julio de 2014, se celebra en Venezuela el Día
Nacional del Bibliotecólogo y el Archivólogo. En esta oportunidad, y a propósito de tan especial fecha,
quisiera compartir con los lectores y, sobre todo, con mis colegas venezolanos una historia
más: la del primer bibliotecario.
Escribiendo
junto a Juan D. Machin-Mastromatteo para la Encyclopedia of Library and Information Sciences, de
la Taylor & Francis, el artículo “Venezuela: Libraries and Librarianship”, encontramos
algunos datos históricos muy interesantes acerca de nuestros orígenes bibliotecarios.
Por
ejemplo, la primera biblioteca colonial conocida en
territorio venezolano no fue establecida en la otrora ciudad de Santiago de León de Caracas sino
en Santa Ana de
Coro, por allá a finales del siglo XVI (Himiob, p. 30). Lo que hoy
conocemos como la capital del estado
Falcón, Coro, al noroeste de las costas
venezolanas, entrada a la Península
de Paraguaná.
O, que de
las primeras bibliotecas coloniales en
Caracas, una de las más famosas fuera la traída desde Europa por el
dominico fray Antonio González de
Acuña, obispo fundador del seminario de Santa Rosa de Lima en 1.673 (Pérez,
p. 443a), lugar en donde funcionaba la biblioteca y que, según el historiador Caracciolo Parra León, constaba de unos dos mil
volúmenes con “las últimas corrientes filosófico-políticas de la época”
(Himiob, p. 31).
También
encontramos la primera vez que se hizo mención al
bibliotecario en un documento oficial: un decreto del
provincial de la orden franciscana, Diego
de Hoces, expedido en Caracas el 1° de agosto de 1.691 que establecía
cómo debía ser el funcionamiento de las bibliotecas de los conventos.
El decreto mandaba a que se nombrara un bibliotecario, para atender el préstamo
circulante 2 horas diarias y llevar control escrito de las obras prestadas
(Pérez, p. 443b).
Pero, sin
duda alguna, el dato que más llamó la atención es el que ofrece el
investigador Omar
Alberto Pérez en la entrada “Bibliotecas”
del Diccionario de Historia de Venezuela de Fundación Polar, y es el siguiente:
El primer bibliotecario venezolano conocido
y del cual se tenga registro es Cristóbal
de Quesada, cumanés, fraile mercedario, educador y maestro de
latinidad y gramática de Andrés Bello. Éste religioso de la “redención de los cautivos” fue bibliotecario de la biblioteca del convento de la Merced de Caracas a
comienzos de 1.790.
La vida
de este personaje, incógnito –hasta ahora– para mí, es por demás interesante.
Una aventura de vida, más bien, diría. Un personaje digno para un filme criollo
de la Villa del Cine... ¿Por qué no? Y ¿cómo no?
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Ruinas de la Iglesia de las Mercedes en 1842. Obra de Ferdinand Bellerman (vía Abraham Quintero) |
Cristóbal
de Quesada y Arias (1.750-1.796) –cuenta el investigador Pérez
(p. 786)– nació en Cumaná, actual capital del estado Sucre, hijo del inmigrante canario Domingo Díaz de Quesada y de la
cumanesa Josefa Antonia Arias.
Con apenas 14 años de edad, profesó como novicio en el convento de la
Merced de Caracas. Y ya para 1.773 alcanzaría el nombramiento de lector
y maestro de latinidad en la sede caraqueña. Luego, pasó al convento
de Santo Domingo en La Española (actual República Dominicana), en
donde impartió enseñanzas por un tiempo. Allí, el padre Quesada, pudo
presenciar el inicio de la reforma de los conventos en América, decretada por
el Rey Carlos III en julio de 1.769.
Más
adelante, regresa a Caracas ordenado como presbítero de
la mano del fray Francisco Cuadrado,
quien fuera visitador reformador de la orden mercedaria. Éste mismo visitador
también le otorgó “letras dimisorias” para ordenarse como sacerdote en Maracaibo,
lo cual hizo a mediados de 1.775.
De vuelta
a Caracas, y afectado por las situaciones de humillación e injuria que
soportaban los mercedarios por la mencionada reforma de los conventos, Quesada lideró el movimiento de protesta de los religiosos de la
Merced por la aplicación de los drásticos mandatos de la
reforma y las funciones del visitador. Tanto así que fue capaz de redactar
un Memorial de quejas y agravios de más de 50 folios. El escrito,
descubierto por el historiador Lucas G. Castillo Lara, además
de describir la ignominia de los mercedarios por la actuación del comisario visitador,
es el único texto de Quesada conocido hasta ahora.
El
memorial redactado por Quesada fue enviado al Consejo de Indias por el gobernador de
Caracas José Carlos Agüero, en
diciembre de 1.775. Fue así como, días después, se vio obligado a marcharse a
su natal Cumaná y, protegido por el vicario eclesiástico de la ciudad, vivió
con sus padres por 3 años y se le fue asignado un curato. En
reiteradas oportunidades fue exhortado a que regresara a la sede mercedaria de
Caracas para que respondiera por todas las imputaciones a causa del memorial insurgente, pero avanzó el proceso de
represión y, así, fue declarado “apóstata y fugitivo”.
Evidentemente,
éste huyó. Se desconoce su lugar de residencia entre los años 1.778 y 1.790.
Sin embargo, Andrés Bello contó
a su biógrafo Miguel Luis Amunátegui que
Quesada habría abandonado los hábitos por unos “amoríos ilícitos” y emigrado a la Nueva Granada (actual Colombia).
Cuenta Bello que allí vivió Quesada con el nombre de Carlos Sucre (Cardozo, p.
141. Ver documento) y se
convirtió en el secretario privado del virrey (dato que coincide, curiosamente,
con el virreinato del arzobispo Antonio Caballero y Góngora, llamado
el “virrey ilustrado”). Descubierta su verdadera identidad, Quesada confesó la
verdad y le solicitó al virrey que le permitiera regresar a su convento
caraqueño, “sin escándalo ni humillación”. Y, al parecer, así fue.
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Iglesia de Las Mercedes, en la década de 1.950 aproximadamente. Se puede ver al lado la casa de infancia de Andrés Bello. Foto: de María Sigillo |
A
comienzos de 1.790, de nuevo en Caracas, se encontraba en su vida regular de
fraile. Fue nombrado bibliotecario del convento de la Merced.
Se dice que enriqueció notablemente la biblioteca con
libros que hacía traer de Europa. Fue entonces cuando se inició como preceptor
de gramática y latín del joven
Andrés Bello (Gómez, p. 212), a pedido de un tío de éste.
En
un apunte biográfico de Pedro
Grases sobre Andrés
Bello, éste da algunos detalles de ese vínculo: “Bello vivió sus primeros años en la
casa del abuelo materno, Juan Pedro López, situada detrás del convento de los
Mercedarios, en Caracas. La vecindad del convento de La Merced tuvo
real trascendencia en el niño Andrés, por cuanto que la biblioteca
conventual fue centro de sus primeras lecturas, y donde, además, entró en
relación con su maestro de latinidad, fray Cristóbal de Quesada,
notabilísimo conocedor de la lengua y literatura latinas, quien echó
los cimientos del humanismo clásico en el alma de Andrés Bello”.
Cierra su
entrada Omar Alberto Pérez diciendo
que el padre Quesada gozaba de la fama de ser uno de los humanistas más
versados en letras y latinidad. Y, además, que su
influencia sobre Bello, al parecer, fue decisiva para la vocación
de éste.
También,
en su texto biográfico, Grases señala que: “a
los años de 1.797 y 1.798 deben corresponder los días en que Bello dio
clases a Simón Bolívar, año y medio menor, en la suerte de academia privada
que la familia del futuro Libertador le organizó en su propia casa. Bolívar
recordaría más tarde ese magisterio como timbre de buena enseñanza”.
Concluye Grases: Bello fue el primer humanista de América.
A juicio
del bibliotecólogo y profesor Santos
Himiob, antes de Quesada pudiera considerarse a Francisco de Miranda como una especie de “primer
bibliotecario” venezolano; sin embargo, hay muchas razones para considerarlo
más bien un bibliófilo universal. Algunos historiadores pudieran
pensar que mucho antes de Quesada, esto es entre los siglos XVI y XVII,
existieron otros bibliotecarios en Venezuela; y, en efecto, ya en 1.691, en
documentos oficiales, se menciona el nombramiento de un bibliotecario para
atender las “librerías (bibliotecas) de los conventos”. Pero, no es
sino hasta finales del siglo XVIII que aparece el primer bibliotecario criollo con
nombre y apellido, y ése es Cristóbal de Quesada,
un humanista que encontró en Andrés
Bello a su mejor discípulo, a un aprendiz del pensamiento
liberador, a un aliado histórico.
Cristóbal
de Quesada, el primer bibliotecario de Venezuela hasta que se demuestre lo contrario…
Por Renny Granda