Los destellos mostrados por el Maestrico hacen olvidar, de tanto en tanto, las grandes deficiencias del equipo. |
En Venezuela llama la atención cómo equipos sin grandes figuras
han podido salir campeones en las últimas competiciones nacionales. El Zamora,
como absoluto en las pasadas dos temporadas, y Trujillanos, en el reciente
apertura, abofetearon las intenciones de equipos como el Táchira y Mineros, que
–por su parte– han contado con envidiables nóminas (en comparación con los
demás equipos) y la siempre importante continuidad. En contra sentido, no puede
dejar de preocupar que un conjunto como el Deportivo Táchira, específicamente,
haya sido incapaz de ganar un torneo recientemente y que el día de ayer
mostrará nuevamente las inexplicables deficiencias, reflejadas en el doloroso y
abultado resultado. El equipo, que no ha mostrado mayor cosa y que sólo pudo
alegrarse luego de dejar tendido a un irreconocible y débil Cerro Porteño (no
sin complicaciones), hoy vuelve a su realidad: su estática e impotente defensa,
muchas veces con dos líneas de inmóviles espectadores, respiran cuando algo de
movilidad y algún destello individual compromete al rival en campo contrario…
En general, el Táchira juega a poco, por no decir a nada, y sólo podemos
preguntarnos acerca de la responsabilidad de un técnico que sigue.
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