Hace un tiempo conversaba con
una conocida, relacionada con el oficialismo, quien calurosamente me invitaba a
“cambiar de bando político”. Aseguraba (parafraseo) que, a pesar de tantos
errores, el gobierno obrero de Maduro prometía transformaciones
positivas, empezando por el combate contra la corrupción. Admitía, eso sí, que
el recorrido era difícil; pero ella –sin dudas– veía con buenos ojos el trabajo
que realizaba el heredero de Chávez, en compañía de hombres como Rodríguez
Torres. Con bastante confianza señalaba que gracias al trabajo de colaboradores
como este último, pronto las cosas mejorarían. Se podría contrarrestar el nocivo
dominio de figuras como Diosdado Cabello y se iría solventando el problema de las
armas en la calle (delincuencia, violencia). Le dije entonces, con un tono
burlón que no me enorgullece, que cuando viera a Maduro dejar de abrazar a
personajes como el mencionado Presidente de la AN y cuando el régimen desarmara los
colectivos, cambiaría de bando. Así nos despedimos, dejando como distancia
alguna pieza entonada por Silvio Rodríguez.
No mucho después, de aquella
conversación, pasó el confuso evento en el Centro de Caracas, específicamente
en el Edificio Manfredir de Quinta Crespo. Uno de los líderes del Colectivo
Frente 5 de Marzo, quien previamente había responsabilizado a Rodríguez Torres
por lo que pudiera ocurrirle, moría tras un enfrentamiento con los cuerpos
policiales del Estado. Ya sabemos lo que ocurrió poco después: Maduro removió a
Rodríguez, quien cumplía funciones como Ministro de Interior, Justicia y Paz y, más adelante, indicó que Freddy Bernal estaría al frente de la
Comisión para la Reforma Policial (aún en ejercicio). El Presidente, asimismo,
acotó que era necesaria una reforma en el CICPC, cuya directiva fue destituida. Entonces me pregunté: ¿Dónde
quedó aquella exclamación, hecha por el Primer Mandatario, que destacaba su deseo de no contar con grupos violentos y armados? Parece que en la nada.
Rodríguez Torres, quien hablaba de que los colectivos debían dejar de existir
como tal para formar parte de las milicias, terminó siendo el antagonista en
aquella telenovela (luego del enfrentamiento con el Colectivo F5M), saliendo de su
cargo, al igual que la directiva del CICPC, organismo que participó en el
enfrentamiento; mientras que el Diputado Bernal, recordado por apoyar y guiar
la conformación de los armados Círculos Bolivarianos (cuando era Alcalde del
Municipio Libertador) asumió el peculiar cargo en esa naciente Comisión. Si
en algún momento Maduro realmente consideró apostar por el Ejército e ir en
contra de los Colectivos (con el ex Ministro a la cabeza), un escalofrío le
habrá hecho cambiar de opinión luego del suceso en Quinta Crespo.
¿Cómo fue interpretado esto en
el seno del oficialismo? ¿Cómo lo percibieron los integrantes de las Fuerzas
Armadas? ¿Qué pensará aquella conocida que destacaba las bondades de Maduro y
Rodríguez Torres? ¿Habrán conseguido nuevas excusas para justificar los
cambios? Mucho podemos especular. Pero, más allá de estas y otras posibles
preguntas, la más grave afirmación salta frente a nosotros: el gobierno, en
medio de sus complicaciones internas, sigue cediéndole espacio a los radicales
armados y poco hace para frenar efectivamente el avance de la delincuencia. Es
alarmante que, a la luz del presente, el gobierno siga apoyando a estos grupos y que hasta agache la cabeza frente a ellos en determinados momentos. Al final,
cada día que pasa, la violencia da nuevos pasos, la inseguridad cobra fuerza,
¿cómo no alarmarse, una y otra vez, por la insensata vocación del oficialismo?
Venezuela, país de armas, sigue su andar guiado por el poder del fuego y aunque
los gobernantes griten constantemente “viviremos”, hablen de paz, la realidad
se desnuda frente al discurso vacío, la nación besa la muerte día a día y la
paz solamente es una palabra fría, cuyo significado parece perdido, consiguiéndose sólo en los cementerios... Bueno, en algunos de ellos.
Por Manuel Ferreira Cid
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