El
pasado fin de semana tuve la oportunidad de ver Ha llegado un inspector, obra original del inglés J.B. Priestley
(1946), representada en el país desde hace algunos meses gracias al Grupo
Teatral Skena. Esta versión de Ugo Ulive, producida y dirigida por Basilio
Álvarez, mezcla la intriga con algo de humor, gracias a las buenas
interpretaciones de actores como el reconocido Jorge Palacios (Inspector
Goodman).
La
obra inicia cuando la más que acomodada familia Birling celebra el compromiso
de la joven Sheila con Gerald Croft. En medio de este encuentro festivo se van
mostrando las características de la familia y, en especial, del padre, Arthur
Birling, quien resulta ser un hombre de pocos escrúpulos, capaz de sugerir que,
ante cualquier inconveniente, la solución más inteligente no es la moralmente
más adecuada. Es en ese momento cuando aparece inesperadamente el Inspector
Goodman, no sin algo de misterio, para interrogar a la familia (incluyendo al
futuro yerno) acerca de un suceso que acaba de ocurrir: Una joven se ha
suicidado, ingiriendo un desinfectante, y –luego de revisar el apartamento y el
diario de la chica– el funcionario ha considerado continuar su investigación en
la mansión de los Birling, logrando, con sus precisas preguntas, demostrar que
cada uno de los miembros tuvo algo que ver con la lamentable muerte.
¿Culpables
de un suicidio? La obra llama a la reflexión sobre la responsabilidad que cada
persona tiene en relación con los otros. Muestra cómo una decisión puede afectar vidas
ajenas, en especial en sociedades como la representada en la obra, caracterizada
por la marcada desigualdad social, así como por el abuso de poder de los
miembros de las clases y estamentos dominantes. El Inspector, luego de develar
todos los hechos, se despide con un discurso aleccionador que parece dar por
concluida la obra; pero la trama continúa con la discusión que se genera en
la casa, a raíz de la inesperada visita, en la cual se enfrentan dos perspectivas: la indolente (de los padres) y la
afectada (de los hijos), situación que se mantiene incluso luego de que tanto
Croft como el señor Birling parecen descubrir que todo lo ocurrido fue una
simple broma.
La
obra culmina con un giro repentino, quebrando la linealidad del tiempo. La
realidad, reiniciada, vuelve a perturbar la ahora inestable tranquilidad de esta familia de
poderosos, gracias a la labor de un Inspector que es capaz, nuevamente, de
confrontar la frágil moral del resto de los personajes.
Por Manuel Ferreira Cid
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