Arthur Koestler. Escritor húngaro. |
Era un atareado día de ejecuciones y
él despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el
polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir el patíbulo y Wang Lun, con un
golpe de su espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó
subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió airadamente al verdugo:
-¿Por qué prolongas mi agonía? -le
preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; había
coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa;
se volvió hacia su víctima y le dijo:
-Tenga la bondad de inclinar la
cabeza, por favor.
A. Koestler
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